Desde su idea de “humor hipermediático”, el semiólogo Damián Fraticelli analiza cómo y por qué la covid-19, además de ser una tragedia inédita a nivel planetario, puso las cosas del lado del humor.
El humor como bastión de resistencia. Esa parece la clave para leer los tiempos que corren: pantallas inundadas de memes, infinidad de videos que desembocan en el coffin dance ghanés (la danza del ataúd ), el repertorio completo de Los Simpson al servicio de nuevas imágenes que detonan el sentido común, los tuits más compartidos traficando chistes sobre cualquier debate. Todo multiplicándose al calor de una pandemia que puso en jaque al mundo entero. “A esto que venimos observando me gusta llamarlo lo reidero 24-7. Lo que nos hace reír está funcionando a toda hora, toda la semana. Se produce un acontecimiento y ya se está produciendo y mediatizando lo reidero”, asegura Damián Fraticelli, docente, investigador y autor del libro El ocaso triunfal de los programas cómicos. De Viendo a Biondi a Peter Capusotto y sus videos. “Vivimos una situación inédita, también en torno al humor”, sintetiza.
Profesor de Semiótica de redes en la Carrera de Ciencias de la Comunicación en la UBA y de Semiótica y comunicación en Crítica y Curaduría de la UNA, Fraticelli partió de la noción de sociedad hipermediatizada –desarrollada por el semiólogo Mario Carlón– para comprender los alcances del humor en el imperio de las redes sociales, y las transformaciones que atraviesa al interior de la pandemia. “Hablamos de una sociedad hipermediatizada porque vivimos en un sistema de medios compuesto por dos sistemas: los medios masivos de comunicación y las redes sociales. Lo que investigo es lo que ocurre con el humor en esa interacción: el Humor Hipermediático. Y desde ahí lo particular de estar en un momento donde todos compartimos una situación desesperante, una experiencia vital que expandió el humor”.
– ¿Por qué el humor encuentra terreno fértil en medio de una crisis?
– El humor como defensa, que es una teoría que retoma Freud, es discutida pero sigue en pie. El humor es parte de la naturaleza del ser humano, no hay sociedad en la que no se haya encontrado. Hay otras teorías como la del filósofo francés Henri Bergson que, por ejemplo, define a la risa como un elemento coercitivo, que aparece para corregir una “desviación social”. Te reís para generar vergüenza en el otro y cortar una acción que se escapa de lo establecido. Esas distintas miradas se complejizaron muchísimo con la hipermediatización de las sociedades.
– ¿De qué se trata este concepto del Humor Hipermediático?
– Nosotros hablamos de lo risible como algo que nos permite englobar el humor y lo cómico. Entre el humor y lo cómico hay diferencias que nos permiten analizar los procedimientos de la risa. Cuando te reís con humor, te reís de vos mismo, te permitís ser objeto de la burla. Estás en varios lugares al mismo tiempo.
Freud decía que eso construye una “grandeza”: el que se ríe de sí mismo está por sobre el problema. En cambio lo cómico genera una risa “desde arriba”, sin ninguna identificación con el otro. En los últimos años lo cómico fue lo que primó en el terreno de lo risible, el reírse del otro.
Y lo que pasamos a ver fue que en este tiempo de pandemia volvió a explotar el humor. Primero te reís del otro, que se está muriendo, que sería el terreno de lo cómico. Y cuando llega a vos y te reís de vos mismo, se transforma en humor. Aparece el humor negro porque mañana podemos morirnos todos.
Hay una confluencia de memes y videos que con pequeños cambios circulan por todo el mundo. Terminator armado con una bazuca de papeles higiénicos, Jesús preguntando “¿Qué onda para pascua? ¿Bajo o suben ustedes?”. Esta expansión del Humor Hipermediático es una situación que cambia por completo lo que venía ocurriendo.
– ¿Cómo era el escenario antes de este humor en tiempos de pandemia?
– Antes de los ochenta, tenías la televisión y la hegemonía de los medios masivos de comunicación. Te decían a qué hora, con quién y de qué te ibas a reír.
En los ochenta y los noventa, con el cable, la videocasetera, empieza a haber más oferta de lo risible. Veías ese programa “para reírte” pero también podías acceder en otro momento a una película de Olmedo o a Friends en el cable.
Se da lo que llamamos la “sociedad humorística”: todas las prácticas sociales empiezan a ser atravesadas por el humor.
Lo vemos hoy: un profesor se ve obligado a hacer chistes en clase para ser considerado un “buen profesor”, los médicos que filman bailes en los sanatorios por el coronavirus, Kicillof que juega con su gato en una entrevista. Lo serio dejó de estar vinculado con el saber y lo risible atravesó todas las prácticas sociales.
– ¿Cuáles son las causas de ese fenómeno?
– Es una transformación que se da en la posmodernidad, donde se caen los grandes relatos que ordenan la vida. Al haber tanta mediatización, toda la vida social pasa a ser discursiva. La “realidad” empieza a tener una materialidad de discurso y sobre ese discurso, se empieza a trabajar.
Algo que se terminó de expandir con las redes sociales, donde todos nos convertimos en medios de comunicación: abro mi página de Facebook y me construyo como sujeto y como medio. Todos podemos apropiarnos de la materialidad textual y con programas muy sencillos podemos intervenirla.
Entonces lo que se empieza a resquebrajar es la censura institucional que ponían los medios masivos de comunicación.
Llegan las redes sociales y rompen con todo eso. Y crece todo lo risible que circulaba por la sociedad, pero que no tenía tanta exposición.
– ¿Cuál sería un ejemplo de eso que se visibiliza con las redes?
– Ahora estoy estudiando cómo se rieron las redes de Santiago Maldonado. Hubo un tratamiento de él, de su familia, risible, que no existió en los medios masivos. Los internautas agarraron esa materialidad y construyeron memes.
Las personas siempre se rieron de las víctimas. Pero esos individuos, que estaban diseminados, ahora se reúnen en comunidades a través de las redes sociales. Esos chistes encuentran más receptores.
– ¿Se puede ver en el caso Maldonado esa distinción entre el humor y lo cómico?
– En ese espacio lo que primó fue lo cómico. Mucha sátira cómica, porque se hablaba de lo político. No se reían de sí mismos sino del otro.
Pero en los grupos “anti K” también por momentos se reían de Patricia Bullrich, su “líder”, la tildaban de borracha, y ahí lo que entra es el humor. Un personaje que aparece de los dos lados, por ejemplo, es Micky Vainilla.
Es un personaje racista, xenófobo, con situaciones que describe que le dan una identidad de clase media porteña. Está tomando un café y se acerca un chico con hambre, y eso a un determinado espectador lo angustia.
Se identifica en ese lugar penoso y se ríe de sí mismo. Pero para Micky Vainilla los chicos se convierten en una molestia y se deshace de ellos. Otros espectadores, que no sienten pena por ese chicho muerto de hambre, aprueban esa acción y ahí se juega el humor para el otro lado.
Si un grupo utiliza al personaje para reírse de otros, como sucedía en la mayor parte de los casos, se trata de un uso cómico de esas imágenes. La potencia de lo risible está en que es muy eficiente para sintetizar ideas. Las hace muy atractivas.
Freud decía que si vos te reís de un chiste, estás mucho más proclive a ser persuadido por el sentido que lleva ese chiste.
– ¿Qué características definen al humor hipermedíático?
– Hay rasgos interesantes. Se trata de producciones colaborativas y amateurs. Si antes el humor lo producían profesionales y la institución, ahora lo produce cualquiera. De manera colaborativa, como equivalente de los chistes. ¿Quién inventó un chiste? No lo sabemos. Lo que hay es un proceso social que le da forma.
Los memes son una nueva expresión de los chistes, son reformados constantemente y en la mayoría de los casos desconocemos su origen. La colaboración aparece con la morfología de las redes, donde tenés una cuenta y su colectivo de seguidores, que también le va dando forma a lo que se genera. El que produce los memes siempre tiene un feedback rápido que le va indicando el camino. P
or ejemplo Eameo, que toma elementos de los comentarios y hacen un nuevo meme con eso. Después aparece la baja regulación institucional y el aumento en la diversidad. Antes no te podías reír de los negros… bueno, ahora en las redes podés reírte de los negros, los judíos, los gays, de quien quieras.
Institucionalmente estamos en un momento muy cuidadoso, que como contracara tiene las redes sociales donde no hay límites para lo risible.
– ¿Un síntoma de época?
– Sí, completamente. Por empezar, el humor, lo risible, recién se ve como algo positivo a comienzos de la Modernidad. Ahí se valora esa capacidad de reírse de uno mismo con un otro. Previo a eso, lo que predomina en el hacer y en el pensamiento de lo risible, es reírse del otro. Prevalece lo cómico. En el Medioevo, el señor feudal tenía bufones que eran deformes, locos, y se reían de ellos sin problema.
La Iglesia Cristiana, por ejemplo, no permite la risa en las misas. Pasan muchos siglos hasta que se utilizaron unas pocas parábolas para ridiculizar al pecador, porque eso atraía feligreses. En los monasterios estaba prohibido reírse.
– La risa como un elemento disruptivo para las instituciones…
– Platón cuando instala los principios de la República, decía que los guardianes tenían prohibido reírse. Porque si ellos se dejan llevar por las pasiones, son peligrosos. El guardián tiene que ser alguien que pueda soportar la risa.
La risa lo que tiene es que no la podés controlar. Te reís, muchas veces, cuando no deberías. A partir del proceso civilizatorio de la Modernidad, que se da con las caídas de las monarquías y el ascenso de las democracias, aparece la idea iluminista de “educar” al bárbaro para construir ciudadanos.
Y con eso una mirada benévola del humor: está mal reírse del otro, más si es parte de una minoría. Lo que está bien es reírse de uno mismo con los otros. Se disciplina la risa y el bufón desaparece de la corte. Los medios masivos de comunicación se edifican en esas gramáticas disciplinadas.
– Por un lado las redes sociales abren el juego para que aparezca todo lo “indisciplinado”. Por otro, el humor en la pandemia nos reúne a todos frente a una misma desgracia. ¿Cómo funciona ese vínculo?
– Lo que sucede hoy es producto de la imposibilidad de regulación institucional. Hay disciplinamiento en los medios de comunicación, pero no en la sociedad. Y las empresas que manejan las redes sociales tampoco tienen capacidad de regulación. No es efectiva: los internautas sortean los programas de censuras o llevan el material a otras plataformas. Nosotros ya venimos disciplinados como sujetos occidentales. La risa tiene varias escalas de regulación: en una fiesta donde no conocés a los invitados, no hacés chistes sobre los campos de concentración.
Pero cuanto más confianza tenés, más libertad hay para ser indisciplinado. El humor abre espacios que sos peligrosos, inestables. Con la risa cuestionás las reglas del discurso serio, ponés en duda las instituciones, se abre una posibilidad de violencia si a alguien le incomoda demasiado.
Con las redes sociales, ese lugarcito que tenías con tus amigos, se mediatizó y alcanza escalas equivalentes a un medio de comunicación.
– Vemos en la televisión una conferencia del presidente y al instante tenemos los memes en nuestro celular. ¿Hay un rasgo de este humor hipermediático que tiene que ver con lo simultáneo?
– La fórmula de Mark Twain era que el humor es igual a tragedia más tiempo. Había siempre una distancia temporal en ese proceso. Pero ahora lo risible se genera sincronizado con la actualidad, por más trágica que sea.
Es algo que tiene que ver con una expansión del presente, que trajeron las redes. Algo que vemos a cada momento: ¿por qué la gente se saca una foto del plato que va a comer? Se genera mucho discurso sobre el presente y lo risible se engancha con esa contemporaneidad porque es un placer del momento. Un texto que genera placer instantáneo.
En el Humor Hipermediático hay un anhelo de tener siempre disponible ese “pasarla bien”. Freud dice que lo risible es uno de los pocos placeres corporales y sociales. Si me cuento un chiste a mí mismo, no me río. Siempre necesito del otro. Pero este dispositivo colaborativo que es el Humor Hipermediático te lo brinda, podés estar solo en tu casa y reírte de un meme.
– ¿Lo risible en esta época queda ligado a “pasarla bien” o hay también una posibilidad de que funcione como espacio para cierta toma de conciencia?
– Mediante lo risible se puede acceder a una dimensión del mundo que no se accede desde lo serio. Lo risible permite desatarse de los discurso que a uno lo anclan: ser padre, estudiante, profesor, trabajador. Frente a esos roles sociales que a uno lo sujetan, lo risible es un espacio de escape, de distanciamiento.
Momentos donde das cuenta de que no sos solamente eso. Por eso lo risible dura poco. No te permite sobrevivir en el mundo. Si te reís todo el tiempo, la sociedad te encierra. Hay mecanismos sociales para eso que no siempre existieron. Lo risible es otra manera de pensar. El que se ofende de lo risible, hoy en día, es considerado un ser incivilizado.
¿Por qué Damián Fraticelli?
En su trabajo La pandemia del humor en el sitio Hipermediaciones Fraticelli reflexionó sobre las consecuencias desatadas por la covid-19 desde su campo de investigación: el humor. El texto se replicó rápidamente en distintos países de Hispanoamérica y abrió un debate sobre algo tan cotidiano como relegado: la risa.
“No existe tema que no sea blanco del humor y pocas formas de comunicación se propagan tan exitosamente como él”, lo define allí. “Aún en debates serios como la Ley de la interrupción voluntaria del embarazo o la crisis entre Estados Unidos e Irán. Corremos poco riesgo si afirmamos que nos encontramos en la era de mayor producción risible mediatizada de la historia”.
Luego de trabajar sobre el humor durante cuatro años para su tesis de doctorado, Fraticelli se centró en la morfología que adoptaba en tiempos de redes sociales, un escenario convulsionado en medio de la pandemia, para el que acuñó la noción de Humor Hipermediático que desarrolla en esta entrevista. Además de su trabajo como docente e investigador, Fraticelli también ha sido guionista de exitosas series televisivas y escribe literatura infantil, con títulos como Bruno, Teo y la Bestia del Espacio (novela infantil seleccionada por Scholastic para su catálogo en Estados Unidos y la serie de aventuras de Ana, escritas junto a Nicolás Schuff, publicada por editorial Uranito.
Fuente:pagina12.com.ar