LA TECNOLOGÍA SE IMPONE TRAS EL CORONAVIRUS

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El mundo en el que vivimos va a cambiar por la pandemia. La tecnología en casa y en el trabajo será uno de los ámbitos más sujetos a transformación
Todos andamos pensando qué mundo tendremos tras esta crisis global que nos ha tocado vivir, porque sin duda habrá cambios sociales, políticos, económicos y de cualquier otra índole, incluyendo cambios en las tendencias tecnológicas. Por ejemplo, nadie duda que tras la inmensa movilización de trabajadores a realizar sus quehaceres desde su casa, este hábito persistirá con solidez, pues implica enormes grados de eficiencia en cuanto a ahorros de tiempos en desplazamientos, agilidad, flexibilidad y conciliación personal/familiar, etc.

Las tecnologías asociadas a ese trabajo remoto deberán madurar, potenciarse y asegurarse. Es decir, los accesos virtuales deberán ser más eficientes aprovechando las nubes de los diferentes proveedores cloud (Microsoft, Amazon, Google, etc.), incluso con dispositivos en casa más ligeros, con toda su capacidad de cómputo delegada en la nube, pero también tendrán que alicatarse de seguridad, porque al multiplicarse los puntos de acceso al núcleo de las empresas se disparan las posibilidades de cyber ataque.

Serán necesarias mejores herramientas para asesorar y medir nuestro desempeño en remoto, pero también herramientas de tipo bots y asistentes de voz inteligentes para acompañarnos, asistirnos e incluso hacernos una suerte de coaching.

Las infraestructuras de red, después del stress actual, deberán reforzarse y el 5G va a ser clave para ello, porque somos muchos los que nos hemos dado cuenta de que no tenemos suficiente ancho de banda ni velocidad en nuestros hogares.

Con todo ello, cualquier profesional que se lo pueda permitir por su tipología de trabajo, pasará a ser un profesional ubicuo para siempre.

A nivel consumidor, estamos exprimiendo el ocio digital (TV on demand, e-games, contactos y relaciones virtuales, etc.) de una forma que difícilmente tiene vuelta atrás, por lo que las actuales plataformas de contenidos digitales se reforzarán y aparecerán nuevas, más diversas y más especializadas.

El concepto de experiencia virtual, (ej.: probarnos o saborear digitalmente un artículo o un servicio antes de comprarlo), dejará de ser una tendencia para convertirse en aplicaciones reales y diarias, y aquí los dispositivos de realidad mixta ganarán velocidad en su incorporación a nuestras vidas.

Por otro lado, nunca como hasta ahora hemos sido conscientes de la peligrosidad de los rumores o las noticias falsas, ni de los bots en redes sociales que tanto pueden manipular la conciencia colectiva.

No solo las agencias de veracidad ganarán importancia, sino que tecnologías como el blockchain y la inteligencia artificial (IA), en forma de centinelas, aflorarán en el día a día asegurando la trazabilidad y genuinidad de la información, los contenidos y los perfiles en la marabunta de canales y redes sociales que vivimos.

La educación en todos sus rangos, es otra de las dimensiones que va a sufrir un profundo cambio porque han sido millones los profesores y alumnos que se han visto enfrentados al nuevo modelo de enseñanza on-line y pese a que había tecnologías disponibles (como Teams, Blackboard, Zoom, etc.) la probable continuidad de este modelo en el futuro de una forma u otra, requerirá no solo madurar metodologías y capacitación de los profesores, sino también el estar a la altura con las tecnologías necesarias para garantizar más interactividad, facilitar la concentración y el feedback continuo, por ejemplo, mediante la interpretación con IA de las caras y gestos de los alumnos y con ello facilitar decisiones en tiempo real del profesor o del sistema.

Durante esta crisis el mundo entero está poniendo su fe en que la ciencia dé con las respuestas efectivas a la pandemia y después de esto cabe esperar que tecnologías como el Big Data, la IA y la computación cuántica sean más accesibles, evolucionadas y habituales para los científicos.

Quizá sea a nivel ciudadano donde el impacto tras esta crisis será más disruptivo y polémico, porque la privacidad y potestad de los ciudadanos para decidir sobre sus datos personales quedará muy reducido en pro de la seguridad, salud pública y el beneficio colectivo. Es posible que muchos estados asuman la información sobre nuestra navegación o contenidos en Internet, pero también nuestra ubicación, contactos, conversaciones e incluso constantes vitales.

Cabe pensar que en breve, y entendiéndolo en nuestro propio beneficio, carguemos con dispositivos IoT que estén monitorizándonos continuamente y compartiendo datos (constantes vitales, ubicación, ambiente, tono de la conversación, etc.)

no solo con nuestra aseguradora, nuestro médico o nuestra compañía de seguridad privada, por ejemplo, sino también con el estado o el supra-estado vigilante de la salud pública o la seguridad nacional. Aun siendo una idea escalofriante, no resulta descabellado pensar que la pandemia global que estamos viviendo haga que esta teoría ya no resulte tan imposible.