“Nunca fui a la universidad… pero terminé diseñando el auto más famoso del planeta.”

0
36

Desde pequeño me fascinaban los motores. No venía de una familia rica. Éramos humildes, de esos que arreglaban lo que se dañaba en casa con alambre y paciencia.

No estudié ingeniería en ninguna gran universidad, pero aprendí viendo, tocando, desmontando cosas hasta que entendía cómo funcionaban. A los 18 ya trabajaba como mecánico y soñaba con hacer autos que fueran algo más que máquinas… quería que fueran arte en movimiento.

Tuve la oportunidad de trabajar para grandes marcas: Daimler, Mercedes, Auto Union… pero algo en mí no se conformaba. En 1931 fundé mi propia empresa, Porsche. El mundo entero me conocía por haber creado el motor del Volkswagen Escarabajo, el “auto del pueblo”, un coche económico, resistente y con una silueta que cruzó generaciones.

Pero detrás de ese éxito, hubo dolor: el proyecto se vio envuelto en una guerra, en propaganda, en momentos oscuros de la historia alemana que me siguen marcando.

Después de la guerra, fui arrestado por los aliados y pasé casi dos años en prisión sin juicio. Salí enfermo, quebrado, pero no destruido. Mi hijo Ferry tomó las riendas de la empresa, y juntos diseñamos el Porsche 356, el auto que dio origen a una de las marcas más prestigiosas del mundo.

No tenía título universitario, pero diseñé más de 300 vehículos. No tenía fortuna, pero dejé un legado que hoy vale miles de millones.

No fui perfecto. Cometí errores. Pero también soñé más grande de lo que el mundo estaba preparado para aceptar. Y eso… eso fue suficiente para dejar huella.

“A veces no necesitas un diploma para crear historia… solo necesitas la audacia de imaginar lo que aún no existe.”

– Ferdinand Porsche